COGERÉ EL MARTILLO
Cogeré el martillo y pondré un clavo en la pared. Y sobre la pared un cuadro. Y en el cuadro una fotografía. Y la fotografía será el fantasma de una imagen. Y la imagen es la mía. Soy yo, con un martillo y un clavo, dispuesto a poner un cuadro sobre la pared.
Recorro el camino. La bifurcación. Una serpiente me saca su lengua. El sol, detrás de mí, alarga mi sombra que vacila indecisa. Un pie señala izquierda, otro, derecha. Mi pelvis se mueve al ritmo del viento. La serpiente, tras rodear mis dos piernas con un abrazo de amante desazonada, sigue su camino, único, mientras con su lengua olisquea el caliente aire. Cierro los ojos y comienzo a andar. Da igual: el horizonte es el mismo.
Subí las escaleras. Diez, cien, diez mil escalones. Guerreros vencidos por mi constante esfuerzo. Sudé. Un río de agua salada bajó por las escaleras. Diez mil cascadas formaron un torrente de necesidades. Subí, subí, subí. Al llegar arriba me encontré en el sótano de la vida.
Recorro el camino. La bifurcación. Una serpiente me saca su lengua. El sol, detrás de mí, alarga mi sombra que vacila indecisa. Un pie señala izquierda, otro, derecha. Mi pelvis se mueve al ritmo del viento. La serpiente, tras rodear mis dos piernas con un abrazo de amante desazonada, sigue su camino, único, mientras con su lengua olisquea el caliente aire. Cierro los ojos y comienzo a andar. Da igual: el horizonte es el mismo.
Subí las escaleras. Diez, cien, diez mil escalones. Guerreros vencidos por mi constante esfuerzo. Sudé. Un río de agua salada bajó por las escaleras. Diez mil cascadas formaron un torrente de necesidades. Subí, subí, subí. Al llegar arriba me encontré en el sótano de la vida.
(Publicado en la Antología de Vivencias, 100 autores, 100 vivencias, 1er Premio Orola, Editorial Orola, 2007, Madrid) ©Francisco J. Segovia
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