EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES
“El trabajo os hará libres”. El cartel, sobre la puerta de entrada al campo de prisioneros, sorprendió al chaval. Padre, dijo, mirando al hombre canoso que le acompañaba, Realmente, podemos lograr quedar bien con esta gente. El joven esbozó una sonrisa que no fue correspondida por su progenitor.
Atravesaron la puerta junto a otros cientos de inquilinos forzosos del campamento. Padre, murmuró nuevamente el joven inquieto, qué es aquello que hay allí. Dos esbeltas columnas grises escupían humo negro al aire. Callad y seguid andando, gritó un guardia vestido de gris que les amenazaba con una metralleta.
Separaron al grupo de recién llegados en dos partes; los niños y mujeres a un lado, los adultos varones al otro. Después, al primer grupo lo empujaron en dirección a las dos columnas grises.
¡Papá, papá! No te preocupes, seguro que pronto nos veremos de nuevo, gritó el joven, aún con unos rescoldos de esperanza. Su padre, esta vez sí, lo saludó con la mano e intentó dibujar una sonrisa en su rostro.
El humo seguía saliendo, imparable, de aquellas columnas grises como la ceniza. Un humo negro con sabor a carne. Mathaussen seguía hambrienta de viajeros.
“El trabajo os hará libres”. El cartel, sobre la puerta de entrada al campo de prisioneros, sorprendió al chaval. Padre, dijo, mirando al hombre canoso que le acompañaba, Realmente, podemos lograr quedar bien con esta gente. El joven esbozó una sonrisa que no fue correspondida por su progenitor.
Atravesaron la puerta junto a otros cientos de inquilinos forzosos del campamento. Padre, murmuró nuevamente el joven inquieto, qué es aquello que hay allí. Dos esbeltas columnas grises escupían humo negro al aire. Callad y seguid andando, gritó un guardia vestido de gris que les amenazaba con una metralleta.
Separaron al grupo de recién llegados en dos partes; los niños y mujeres a un lado, los adultos varones al otro. Después, al primer grupo lo empujaron en dirección a las dos columnas grises.
¡Papá, papá! No te preocupes, seguro que pronto nos veremos de nuevo, gritó el joven, aún con unos rescoldos de esperanza. Su padre, esta vez sí, lo saludó con la mano e intentó dibujar una sonrisa en su rostro.
El humo seguía saliendo, imparable, de aquellas columnas grises como la ceniza. Un humo negro con sabor a carne. Mathaussen seguía hambrienta de viajeros.
Todos los derechos©Francisco J. Segovia
4 comentarios:
Muy duro pero muy bien escrito. Se ve que tu estilo es tocar los temas sociales y lo bordas. Un abrazo. milagros
El hombre es el mayor depredador del hombre... para nuestra vergüenza.
Y aún algún iluminado se permite decir que no pasó... y otros de la misma sangre se olvidan de que pasó...
penoso y lamentable.
Paco, te felicito por esa forma tan genial que tienes de remover sentimientos poniendo el dedo siempre en la llaga.
Un abrazo.
Voy a buscar ese premio que me diste, para ver si soy capaz de llevarmelo a mi blog de una vez jejeje... estoy en ello.
Mil gracias, compañero.
Saludos, Milagros:
Sí, debo confesar que los temas sociales y/o políticos son lo mío, y me muevo bien entre ellos. También forma parte de la filosofía que defiendo sobre lo que significa escribir, que no es otra cosa que sumergirse en la sociedad que nos rodea y tener un espíritu crítico y constructivo.
Besos
Saludos, Luisa:
Sí, algún "iluminado" que niega la evidencia y que incluso justifica esos crímenes.
Besos
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