Cuánto tiempo, Quizá cuarenta años, Desde que nos despedimos, y llenamos nuestros corazones con otras miradas, Tú, Luís, te fuiste con aquella chica rubia que se cruzó en nuestro camino en un tiempo de dudas, Tú, en cambio, te marchaste a trabajar a esa ciudad perdida en el sur, Nuestra historia está marcada por la separación, Y por el adiós definitivo.
Sigue lloviendo, Marta, Sí, Luis, como aquel día en que nos dimos el postrer beso, Cuánto tiempo, querida, Mucho tiempo, Luis, y que cercano parece el recuerdo.
Las ilusiones pueden brotar aunque sea otoño, y los cabellos se deberían acariciar a pesar de que han perdido su color. La lluvia cae sobre los paraguas abiertos, sobre los corazones vivos, sobre la mesa donde dos manos se aproximan y unen, cuarenta años después, en el reencuentro tanto tiempo aplazado.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
6 comentarios:
En tu línea, Paco. Maravilloso cuento, me encantó.
Besazos
Yose
Muy hermoso Francisco. Acariciar los cabellos a pesar de haber perdido el color, esas manos que se juntan y unen cuarenta años. ¡¡ Precioso!!
Cuanta tristeza destila este relato... pero es precioso
Un abrazo mesetario (again!)
Saludos, Yose:
Gracias, siempre tan generosa en tus comentarios... aunque no los merezca, que todavía tengo que mejorar muuuuuucho.
Besos
Saludos, Milagros:
La edad no debe ser óbice para seguir o volverse a enamorar.
Besos gordos
Gracias, mesetario.
Tristeza pero también mucha alegría.
Abrazo fuerte
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