PAISAJE PARA UNA BATALLA
A Rubén Darío
En las almenas ondean las banderas,
en los llanos calientan las hogueras,
las adargas clavadas en la tierra,
y en el horizonte la negra sierra,
testigo incólume de la batalla
en la que el buen guerrero dio la talla.
¡Ya vienen los vencedores!
¡Vítores!
¡Ya suenan sus armaduras!
¡Oscuras!
En las calles ya bailan los infantes,
en los campos, los despojos colgantes,
fuertes efluvios de sudores secos,
pozos de sangre que están huecos,
de las hierbas finitas, dejadez,
de las brisas nocturnas, blanca tez.
¡Ya resuenan sus aceros!
¡Muy fieros!
¡Ya redoblan las trompetas!
¡Ascetas!
En los balcones airean los pañuelos,
en los tejados, traviesos chicuelos,
corre el fresco vino por las gargantas,
atruenan timbales y flautas
entre ritmos de jolgorio y esperanza
tras la lejana y terrible matanza.
¡Ya asoman los caballeros!
¡Enteros!
¡Ya se ven sus estandartes!
¡Gigantes!
En el olvido de la multitud,
en lo oculto de un lejano talud,
yacen los penachos cortados,
dagas rotas, yelmos doblados,
cuerpos desnudos para la guadaña,
resumen final de la gran hazaña.
¡Ya desfilan deslumbrantes!
¡Andantes!
¡Ya esbozan tenues sonrisas!
¡Artistas!
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario