(Óleo de Juan Antonio Galindo)
¡Tostadas calientes! ¡Bollos! ¡Bocadillos! Grita el chico, asomado a la ventana de una tienda improvisada con maderas carcomidas y entarimados destrozados. Grita, con la voz monótona de todos los días y todas las noches. Se ha levantado muy temprano, para ir al mercado a comprar las pocas mercancías que puede adquirir para luego revenderlas. Apenas unas monedas al final de la jornada. Una gota de agua que le sirve, tan solo, para malvivir un día más, una noche más, en esa tienda sucia que es, a su vez, su propia casa, refugio, cárcel y cementerio.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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