A LA VENTA MI ÚLTIMO POEMARIO, ESOS DÍAS AZULES

sábado, 29 de junio de 2013

Microrrelato: El poder de un dios

Un buen día, amanecí diferente. Hasta entonces había sido una persona normal, con mis defectos y mis virtudes, mis necesidades básicas y mis aspiraciones irrealizables. A partir de aquella mañana, todo cambió: me había convertido en un dios. Era omnímodo. Nada me resultaba imposible. Sabía todo lo que pasaba, y mil millones de pensamientos recorrían mi mente en cuestión de microsegundos. Podía estar en todos sitios, y controlar hasta la más ínfima brizna de hierba. Desde la infancia había querido ser un superhéroe, pero lo que me había sucedido superaba todas mis expectativas.

Una millonésima de segundo después de darme cuenta de mi radical metamorfosis, decidí transformar el mundo. Siempre había despotricado contra los gobernantes y los sistemas sociales injustos. Ahora era el momento de cambiar las cosas. Lancé un mensaje que ocupó todas las emisiones de radio y televisión, y que nadie pudo censurar: iba a aparecer en la sede de las Naciones Unidas, para exigir a todos los gobiernos una política diferente. Era el momento que la humanidad necesitaba para salir de la crisis.

Por supuesto, tuve que hacer un par de “demostraciones” de mi nuevo poder; Venus varió de órbita, colocándose en una similar a la de la Tierra, con lo que su futuro como colonia terrestre se hacía viable. También la Luna adquirió una masa gravitacional suficiente para permitir que una gran atmósfera la cubriera por completo. Fue suficiente para convencer a hombres y mujeres de que yo tenía el poder y la fuerza.

El día señalado aparecí como una luz potente y magnífica en la sala de conferencias de las Naciones Unidas. Todos esperaban expectantes mis promesas y mis milagros. Llegó mi momento, y entonces, hablé:

“No soy vuestro dios, pero puedo ser vuestro Armagedón. Haced las cosas de otra forma o destruiré vuestro mundo. Tenéis un año para hacerlo”.

Nada más. Estaba en manos de la humanidad transformar su conducta y salvar el planeta. Realmente, Yo era un Dios.

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