EL MIEDO
El miedo es libre. Lo sabes. También
conoces las consecuencias de dejarse arrastrar por él. Algo normal cuando se
trata de un sentimiento. El miedo te seca la garganta, acrecienta tus sentidos,
reaviva tu cuerpo. Sí, es libre, y cada persona lo siente de una forma
distinta.
Tu padre te habló del miedo, incluso
te enseñó lo que era durante las noches en las que venía borracho y golpeaba a
tu madre. Con el miedo se impone la propia voluntad, afirmaba entre trago y
trago de alcohol, entre golpe y golpe.
Él murió una buena noche ahogado en
sus propios vómitos. Víctima de un vodka adulterado.
Sí, el miedo es libre, y poderoso a
poco que se lo sepa controlar. Lo aprendiste bien. Muy bien. Incluso te has
acostumbrado a él, forma parte indisoluble de ti. Como una semilla que te
poseyó desde pequeño y que en la madurez ha florecido esplendente.
Por eso disfrutas contemplándolo: en
los rostros de tus víctimas, que te miran con horror desde las argollas
oxidadas de este sótano, paraíso del horror donde tu progenitor te enseñó el
placer del miedo.
Francisco J. Segovia © Todos los derechos