CONTRADICCIÓN PURA
A
veces me siento perdido entre el deseo y la desesperanza. No quiero cerrar
fronteras, pero tampoco perder identidades. Alzo la mirada, enfrento la
realidad y anhelo cambiarla. Como Quijote contra millones de molinos de viento
que sí, son gigantes; grandes, implacables y ambiciosos. También como Sancho,
porque no bastan lanzas en ristre, ni alforjas cargadas de deseos ante las
murallas infranqueables que atrapan ciudades, pueblos, naciones.
Soy Unamuno, sin dios, o
con un dios descreído, y también Miguel Hernández, nacido del barro y muerto en
tristeza de prisiones. Un Juan Ramón que cabalga a lomos de cualquier borrico
ávido de aventuras, y un Bécquer enamorado de la vida.
A veces grito, denuncio,
me arrepiento de haber nacido. Quiero huir, como Ganivet, como Machado, como
tantos otros. Otras, me rebelo, y me desgasto sin miedo, con gusto a veces, con
dolor las más de ellas. Contradicción pura, hispano irredento ante las legiones
de césar, y vasallo fiel con ellas hasta la tumba.
Mi madre es la tez moruna;
mi padre, la sangre hebrea. Como la vieja piel de toro, yo soy ellos, y también
los que fueron antes que ellos. Lo bueno y lo malo, lo caduco y lo novedoso.
Cabeza alta, orgullosa pero no altiva, gesto educado, mas no condescendiente,
voz embravecida que no mata con palabras, dichoso ciudadano que llora y ríe en
esta tierra bravía y pausada, que pasa por el tiempo como las primorosas damas
que, aunque no tengan riquezas, tienen, y de sobra, ganas de seguir siendo
hermosas.
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