EL JARDÍN
Cada jardín es un universo en sí mismo salvo, claro, si se trata de esos jardincitos construidos en serie igual que las casas a las que acompañan y adornan. No, hablo de los jardines particulares, nacidos de manos anónimas pero cariñosas. De aquellos en los que se ha plantado cada planta con el amor y la paciencia con las que se hacen las cosas que uno quiere.
Mi jardín, cuidado con mimo, se perpetuará tras mi muerte, no me cabe duda. Será mi legado a los que me sucedan; sean familiares distantes en la lejanía o en el sentimiento, o desconocidos que compren la casita para vivir sus vidas. No importa. Muerto, me será indiferente lo que hagan o dejen de hacer en mi jardín, que ya no será mío, ni con mis árboles, que me serán ajenos, ni con los rosales, que podrán mustiarse sin que me importe un ápice. Ni, por supuesto, si descubren lo que hay bajo la siempre verde higuera, esos huesos dispersos de quien una vez me traicionó, me conmoveré en mi sueño eterno.
Es lo que tiene la muerte: nos ausente de la realidad de los vivos, y de nuestros pecados ocultos durante largos años.
Eso tiene mi jardín, al que cuido con mimo para que dure tanto como mi propia vida y me perdure.
No hay comentarios:
Publicar un comentario