ENSOÑACIONES EN UN INSTANTE DE SOSIEGO
El radiador, ahora apagado, se me aparece
un esqueleto momificado de algún animal
de cuyo aliento
-parásito instante-
absorbió mi cuerpo calor y fresco:
simplemente dando a un botón oscuro y de sonido
fugaz y chirriante, casi.
La luz de la tarde ya va penetrando,
con la lentitud que permite el andar del astro rey,
en el caliginoso antro donde paso
siete horas de cada día de la semana,
y va despejando las sombras
cargadas de humo de cigarros
de impertérritos ciudadanos.
El teléfono también ha cesado
tras una infinitud de llamadas;
lejanos gritos, susurros indecisos,
ruegos y amenazas, silencios de equívocos presagios.
La consola donde se halla
muestra sus fauces blancas, dormitando.
Y ahora, cuando las tres están en su punto,
los percheros, manos de metal que arañan el aire,
se muestran vacíos cuando los nidos de trapo,
prendas acolchadas a los cuerpos,
se diluyen en nubes de carne,
lluvias de dedos precisos ya ansiosos,
y bostezan esperando el nuevo día.
Francisco J.Segovia©Todos los derechos
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3 comentarios:
Nunca pensé así en mi despacho vacío...
Un abrazo mesetario
Rafa
Muy buena descripción.
Saludos
Leonor
Saludos a Rafael y Leo:
Pues sí. Eso pasa cuando estás aburrido y miras alrededor...
Un abrazo
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