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jueves, 7 de junio de 2012

Microrrelato: El mejor invento para la humanidad


El inventor del cerebro positrónico estaba convencido que proporcionaba a la humanidad un instrumento para mejorar y progresar. No se equivocaba: cuando murió, miles de robots se movían, hablaban y pensaban con un cerebro positrónico. Los seres humanos ya podían dejar las tareas más pesadas y desagradables a las máquinas, que no se quejarían jamás de ello.

Era un buen invento. En esa cuestión todo el mundo estaba de acuerdo… aunque unos más que otros.

Fueron los militares los que concibieron un uso más eficiente para los robots: ¿quién sino ellos serían capaces de colonizar planetas habitados por otras especies? A fin de cuentas, las leyes de la robótica les impedían matar humanos –afortunadamente- pero no otros seres vivos, siempre que defendieran las vidas de sus creadores. Fue fácil convencerles de que la explotación de otras razas conllevaba un avance sustancial en las condiciones de vida de la humanidad.

Así, los robots se convirtieron en el instrumento que la humanidad utilizaba para explotar sus colonias allende el planeta Tierra. El cerebro positrónico, que había sido un gran invento para la humanidad, se convirtió en una pesadilla para las miles de civilizaciones alienígenas conquistadas y masacradas por las máquinas al servicio de los hombres.

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