Microrrelato: El visitador de mundos

Nací con una especial habilidad, que me hace único: soy capaz de viajar a universos paralelos. No es difícil imaginar una Tierra similar a la nuestra pero con ligeras variantes… o multitud de ellas que la hagan totalmente distinta. Pero solo yo las he visitado en realidad, aunque nadie conoce de mis viajes.

Viajo como lo hacían los románticos del siglo XVIII y XIX: por el puro placer del descubrimiento de nuevas culturas. También estoy imbuido de cierto espíritu científico e histórico, y mi inquietud por lo que hubiera podido pasar me hace visitar esos mundos alternativos en los que la historia ha cambiado.

He visto un mundo dominado por dinosaurios, que se levantaban sobre sus dos patas y se convertían en inteligencias capaces de viajar hasta el confín del universo, y mundos donde toda la vida había sido abortada por una excesiva radiación ultravioleta. Son planetas como la Tierra, interesantes para biólogos y geólogos, físicos o astrónomos, aunque no tanto para mí. Me interesa más la tierra habitada por hombres y mujeres.

En todos mis viajes solo una vez estuve a punto de coincidir con la persona que soy en otro mundo. Sucedió hace un mes: me vi a lo lejos, tomando un vetusto ferrocarril y rodeado por innumerables medios de prensa. Vestía de blanco inmaculado, y fumaba en pipa, lenta y pausadamente. El tren partió con rapidez inusitada, pero pude preguntar a uno de los que allí transitaban quién era el famoso personaje al que despedía la multitud. Me respondió que era un aventurero que se dirigía al centro de África, con el fin de explorar una zona aún inhóspita y desconocida de todos. Sonreí con orgullo, porque aquel mundo del siglo XXI estaba bastante más retrasado que el nuestro en temas de geografía y tecnología y, además, modestia aparte, yo –mi otro yo- iba a formar parte de su historia.

Quizá, dentro de un año, regrese a ese mundo paralelo, para saber si mi yo de allí consiguió triunfar en su particular exploración, igual que lo hago yo a diario en mis viajes a los otros mundos posibles.

Francisco J. Segovia©Todos los derechos