(Óleo de Juan Antonio Galindo)
Tantas horas como el sol esté en el cielo. Las niñas trabajan de sol a sol, como si la vida les fuera en ello. El algodón brilla y se expande para que las manos rotas por el esfuerzo, lo tomen y guarden en un áspero saco. Servidumbre de préstamos, objetos de intercambio, las niñas del algodón paren fetos de algodón.
Esas manos frágiles, aún por hacer, desbrozan la planta que se yergue hacia el cielo. Vestidas con ropas desgastadas, harapos sin nombre, las niñas son encadenadas con eslabones de algodón, irrompibles, duros amos que no las dejarán mientras haya deudas que pagar y cultivos que recoger.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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