¿Se
te acabaron las historias, poeta? No, sólo estoy recordando. ¿Qué recuerdas que
te hace guardar silencios tan sombríos? Amores perdidos, batallas sangrientas,
venganzas interminables, vacíos sin llenar. Mucho es eso, poeta nuestro, es
comprensible entonces que tu voz esté apagada. No he dicho que ya no vaya a
recitar más, amable público, sólo que hay momentos en que leo los poemas para
mí mismo.
Un silencio, una tarde que va
llamando a la noche. Una fogata y cien
personas. Alguien comienza a tocar una cítara.
El poeta, ciego de nacimiento,
comienza a recitar:
Canta ¡oh Musa! la cólera de
Aquiles, hijo de Peleo; cólera funesta, que causó tantas calamidades a los
aqueos, que precipitó en los infiernos las vigorosas almas de multitud de
héroes, y que entregó sus cuerpos a la presa de los perros y de las aves todas.
*
En la noche griega sólo se oye el
sonido melódico de las palabras del poeta ciego, y la respiración entrecortada
y asombrada de su público, y una cítara que es pareja de locos y sueños.
*El
texto es el comienzo del poema épico La Iliada.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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