Recostó la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos. Su respiración se hizo más y más lenta, hasta que cesó por completo. Estaba muerto. Sus seguidores, que sólo veían el cuerpo relajado de su patrón, se limitaron a escribir en el Gran Libro que darían a los hombres: “Y al séptimo día, descansó”.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
2 comentarios:
Me gustó este micro tuyo Francisco. Y esa interpretación. Buen giro.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Gracias, indio.
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