DECIDME CÓMO ES UN ÁRBOL
a
Marcos Ana
Decidme cómo
es un árbol,
pero no me lo
gritéis con voz de estruendo,
ni lo
susurréis con temor en las bocas.
Decídmelo con
los ojos limpios
y los
corazones abiertos, vacíos de ira.
Decidme qué
hay fuera de las rejas
engendradas
por odios y venganzas,
y qué hay más
allá de los paredones
de metal y
sangre salpicados.
La luz trémula
atraviesa la ventana
enjaulada,
y roza los
camastros llenos de sangre,
dolor y
desconsuelo.
La luz oscura
de la celda
no me habla
sino con palabra muda,
y me enseña
con mirada ciega
un paisaje que
ya he olvidado
desde que se
perdió una alborada
de redadas
vestidas de miedo.
Decidme, si es
que podéis hablar,
cómo es un
río, o una montaña,
o un árbol
solitario
al que el
céfiro de la tarde acaricia
con palmas de
etérea consistencia.
Mis manos,
arrugadas por el tiempo
y la niebla
del abandono,
no quieren
golpear los barrotes de cemento,
ni esgrimir
pistolas que escupan muerte
a deshoras.
Mis manos sólo
anhelan rozar,
aunque sea con
levedad de mariposas,
el tronco
áspero de un castaño,
las flores
blancas del almendro
o las ramas
todas de un pinar,
pero antes…
¡Decidme, cómo
es un árbol!
Francisco José Segovia©Todos los derechos
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