NOVENTA Y NUEVE PALABRAS
Una,
dos, tres… las palabras se acumulan, pero mi boca no se atreve a pronunciarlas,
mi garganta se reseca, y mi lengua pesa como losa de sepulcro. Te miro, en
silencio. Si fuera mudo no podría decir menos de lo que te digo ahora ¡tan
locuaz que era hace apenas unos días! Tú respondes a mi mirada con ojos vacuos
y el cuerpo tenso. Las lenguas imaginan frases que no se expresan. En el
silencio te alejas y pierdes de forma definitiva tras la última esquina de la
calle. Nos faltaron las palabras de disculpa.
TÓPICOS DE GATOS
Hace
dos noches le arrojé uno de mis carísimos zapatos italianos. Fue un arrebato
injustificable, pero es que el maldito gato me tenía harto con sus maullidos
continuos, que rompían la quietud de la noche y me impedían conciliar el sueño.
Anoche, desesperado, le arrojé el otro zapato. Entonces, y solo entonces dejó
de maullar.
Lo
que me tiene en ascuas, y me hace pensar que es falso que a los felinos no se
les puede domesticar y hacer que se porten como obedientes mascotas, es que hoy
he visto a mi vecino pasear ufano y feliz con un gato entre los brazos (que me
miraba con ojos cargados de inteligencia)… y calzando unos zapatos italianos
idénticos a los que arrojé noches atrás al desconocido maullador de las
tinieblas.
CAOS
Las
estrellas caen, los mares se desbordan y la tierra se abre. Pero, a pesar del
caos, tus besos me son cada vez más apetecibles.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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