EL
SECRETO DEL ARCÁNGEL SESTEBEL
Los hebreos solo reconocen a uno. Los protestantes
admiten la existencia de dos, que se amplían hasta siete en el culto católico.
En el islam su número es de diez. Pero ninguna de estas religiones menciona el
nombre de uno de esos arcángeles, Sestebel.
Tuve
conocimiento de su existencia mediante un pergamino que llegó a mis manos de
una forma excepcional: alguien lo dejó sobre mi mesa de trabajo en unas
excavaciones cercanas al Mar Muerto. Comprobé que era auténtico, de una
antigüedad de más de cuatro mil años, y escrito en arameo. El manuscrito
explicaba que ese arcángel había sido omitido de las antiguas escrituras e,
igualmente, su presencia fue borrada en los nuevos libros, porque su pecado era
tan terrible que fue condenado al olvido eterno. Tal idea me era
incomprensible, dado que en todos los libros sagrados se hacía referencia a
pecados abominables, por lo que el delito de ese arcángel debió ser enorme.
Tanta como para que su mera existencia fuese negada por todo el mundo.
Hace dos días me llegó de la misma manera que el anterior
otro pergamino que especificaba el pecado de Sestebel. Aquí se aclara que
Sestebel descubrió que Jehová y Lucifer habían llegado a un pacto secreto, en
el que se repartían la influencia y el poder sobre la humanidad. Ambos,
inmersos en el hastío de la eternidad y el poder omnímodo, utilizaban a los
hombres en su provecho, como piezas de un ajedrez enorme e inacabable. Pero
Sestebel fue descubierto y castigado. Lo condenaron a vivir y sufrir eternamente
entre los hombres. Además, y para acrecentarle el castigo, hicieron que
olvidase todo lo que conocía, incluso su condición divina, y que solo de vez en
cuando recuperara brevemente la memoria para saber la verdad de toda la
existencia. Hoy, he vuelto a saber esa verdad, porque yo he sido quien me ha
enviado estos pergaminos, y soy yo ese arcángel caído, Sestebel. Y también sé
que en breve volveré a perder la memoria y seguiré sufriendo entre los hombres,
como parte del juego interminable entre Jehová y su hijo predilecto, Lucifer.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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