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domingo, 18 de septiembre de 2016

Reseña: Calabazas en el Trastero, Creaturas, Editorial Saco de Huesos, 2013



MONSTRUOS DE NIVEL EN UNA BUENA ANTOLOGÍA


            Nuevamente reseñamos un número de Calabazas en el Trastero, Creaturas, donde diversos autores han escrito sobre sus monstruos.

            Como viene siendo habitual en esta colección de la Editorial Saco de Huesos, el nivel es bueno, magistral en ocasiones, y nunca desencanta al lector. Los escritores que participan en la antología dan lo mejor de sí mismos, y eso se nota, y mucho, en cada relato.

            Garras para Algernón, relato escrito por Pedro López Manzano, nos cuenta de forma cronológica, y en primera persona, la creación de un monstruo, y sus terribles consecuencias, con un ritmo in crescendo que termina en una apoteosis final digna de las mejores historias del género. En Involución Evolutiva, Andrés Díaz Hidalgo bucea en el género fantástico y en el cine de ciencia ficción y terror de los últimos decenios, con un resultado, cuanto menos, inquietante y bien conseguido. Oscar Muñoz Caneiro se introduce con Una lejana torre de marfil en los terribles campos de exterminio nazis, donde sus protagonistas, entre ellos un peculiar rabino, lucharán por sobrevivir con las armas de las que disponen, que no son nada humanas. En Dampfmann, Frankenstein revelado, Francesc Barrio hace una claro y sentido homenaje a la gran novela de Mary Shelley, pero con un peculiar punto de vista, que engrandece el mito sin lugar a dudas. Tomás Blanco Claro crea su monstruo particular, en este caso un androide, Andy, alrededor del cual se teje una historia entre policíaca y judicial, interesante donde las haya, con un final muy a lo Isaac Asimov. Un giro de tuerca brutal hace Magnus Dagon con su relato, Las 23 llaves del Armagedón, que se desarrolla en torno a un experimento científico y sus consecuencias, y donde el verdadero enemigo no es un supuesto monstruo, sino algo mucho más poderoso e inalcanzable. Gargantúa, de Javier Fernández Bilbao, nos envuelve en una atmósfera científica que, no obstante, no oculta cierta locura colectiva, que se manifiesta metafóricamente en un final apocalíptico, que bien podría ser el prólogo de tantas películas de horror de los últimos años. Manuel Mije, con su Hombres de Papel, se introduce en el mundo del espionaje, de las dobles y triples apariencias, y del terror a reconocerse a uno mismo. Nuevamente aparecen los robots en el relato Lógica, de José Manuel Fernández Aguilera, pero esta vez tratados de una forma filosófica, e incluso religiosa, con un desenlace que nos hará pensar sobre el destino del ser humano como individuo. Victoria o la moderna prometida, de Miguel Martín Cruz, es otra inmersión en la obra de Shelley, aunque no tanto en las referencias directas como en lo que se lee entre líneas, muy bien pergeñadas, por cierto. Un subgénero de la ciencia ficción, el de la posesión o dominación por entes extraños, aparece en Recuerdos en la sangre, de Pedro Moscatel, relato que nos retrotrae a novelas como Amos de Títeres, de Heinlein, o películas como La invasión de los ultracuerpos, y sus posteriores revisiones cinematográficas. Relato sorprendente el de Juan Ángel laguna Edroso, en Tan solo recortes de prensa, porque juega tanto con una historia extraña pero sobrecogedora, y un formato narrativo diferente, casi rupturista, digno de estudiar a fondo y valorarlo como un gran hallazgo. Vestida de azul, de Santiago Eximeno, no sorprende, y no por la historia -buena donde las haya-, sino porque su autor mantiene su excelente ritmo narrativo y su prosa rápida y adictiva que nos lleva en volandas en una historia que no se olvida con facilidad.

            En definitiva, otra magnífica antología que no desentona con el resto de números de la colección Calabazas en el Trastero, y que fue publicada por Saco de Huesos en el año 2013.

Más información en:
           
Francisco José Segovia Ramos
Septiembre de 2016

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