NOCHE DE
FRÍO Y MUERTE
a Hodgson y su “Reino de la noche”
Bajo el
cielo sin estrellas
brillan
fuegos que nacen y mueren
en la
tierra helada,
donde
moran los monstruos
y
subsisten los hombres.
Unas luces
parpadean indecisas
en el
incierto horizonte,
levitan
sobre otras luces apagadas,
temerosas
de su propio hálito
de luz y
vida.
La sombra
oscura del reino de Hodgson
marca la
divisoria inmutable línea
donde se
ocultan extrañas intuiciones;
las
pasiones desconocidas desbordadas
sin ser
nunca aprehendidas,
la sinuosa
carretera, el estrecho camino
que llevan
las míseras palabras desesperadas
a otros
lejanos lugares,
el nuevo
horizonte aplastado entre mar y cielo,
cubierto
de neblina de espejismos.
La luna
nueva,
oscuro
reflejo donde mirarse,
traza una
pincelada de negro sobre negro,
y algunas
gotas de pintura no utilizada
caen sobre
los rescoldos parpadeantes
de la
pirámide solitaria,
de la
pirámide que se agosta
en la
noche eterna que envuelve,
con
mortaja pegajosa,
la vieja
Tierra.
Así es que
el viajero Hodgson
deambula
por los reinos de la noche,
bajo la
luz de un sol moribundo,
afán
peregrino de quien viaja siempre
a lomos
del sueño y la pesadilla,
incansable
siempre al desaliento.
Ese es su
reino pero, ah, viajero
¿Acaso no
es también el nuestro?
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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