CÓMO
CURAR UNA FOBIA
Mi psiquiatra, un hombre envejecido a pesar de sus
cuarenta años, insiste en que mi agorafobia tiene cura. Para quién no lo sepa,
padezco odio a los espacios abiertos; en concreto, a las grandes superficies
comerciales. Cada vez que entro en una de ellas las migrañas me asaltan, siento
que mis ojos enrojecen, y casi puedo notar que mis piernas son incapaces de
llevarme de un sitio para otro. Me asfixio, y tengo la imperiosa necesidad de
huir y refugiarme en la seguridad de mi hogar.
Mi psiquiatra insiste una y otra vez que todo es una
cuestión mental simplemente, y que no existen efectos físicos. Mi mente juega
conmigo –me dice- y yo debo superar ese juego y convertirme en un hombre sin
complejos.
Llevo en tratamiento varios meses, y sigo sin poder
entrar en esos grandes establecimientos, ni tampoco en los estadios de fútbol,
o en los pabellones deportivos. Sé que no tengo cura. No, al menos, tal y como
me la plantea mi psiquiatra.
Hoy, sin embargo, voy a curarme de una vez y para
siempre: voy a enfrentarme a mis miedos.
Así que penetro en el centro comercial, con dos
subfusiles guardados en una bolsa de viaje, y tres pistolas cargadas en los bolsillos
interiores de mi abrigo. Hoy voy a limpiar de fantasmas mi mente.
Claro que mi psiquiatra diría que ese no es el método.
Pero ahora está cómodamente recostado en el diván de su despacho, muerto de un
disparo en la frente.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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