LA LARGA NOCHE
Dejamos que
la noche se alargara
hasta
convertirse en monotonía
de trajes
grises y botas duras,
que recorrían
las calles
al son de las
marchas militares.
Escuchamos el
sonido de cristales rotos,
los golpes en
la noche silenciosa,
las súplicas
acalladas de repente,
y las risas
sardónicas del verdugo
omnipresente
y ensoberbecido.
Vimos las
marcas en los trajes,
las
injuriantes palabras pintadas
con blanca
saña y cruel brocha,
el insulto y
los desprecios,
y las
despedidas violentadas
por los
golpes de fusil.
Pasaron los
trenes de vagones
humanos,
cuyo aire de
muerte infectaba
nuestros
tranquilos pueblos,
cuyos gritos
de súplica
resonaban con
ecos mudos.
Los cielos se
llenaron de negras
nubes,
y las cenizas
se esparcieron
a los cuatro
vientos,
hasta flotar
sobre nuestras cabezas,
sobre
nuestras conciencias
adormecidas.
Dejamos que
la noche se alargara,
y Ella nos
cubrió con un manto
de ignominia
y vergüenza
mientras los
muertos se acumulaban
sobre la
conciencia de la raza
inmisericorde,
sobre la
conciencia amordazada,
sobre la
mudez esquiva y la mirada
ciega.
La noche fue
larga y terrible.
Francisco J.Segovia©Todos los derechos
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