A LA VENTA MI ÚLTIMO POEMARIO, ESOS DÍAS AZULES

martes, 3 de septiembre de 2019

Relato: Y Einstein le contestó


Y EINSTEIN LE CONTESTÓ
            El gran vehículo acorazado se aproximaba. A ambos lados de la carretera muchos hombres, armados de hondas y arcos, aguardaban ocultos entre los árboles. Cuando se paró debido a un obstáculo atacaron: cientos de flechas y piedras chocaron contra la superficie del artefacto, pero no lograron hacerle ningún daño.          Furiosos por el fracaso, se arrojaron sobre la infernal máquina, que seguía inmóvil. Se subieron sobre ella, y golpearon su superficie con rabia, aunque sin éxito.
            De golpe se produjo un fogonazo. Los primeros hombres que murieron fueron los que estaban sobre el vehículo o muy próximos a él: abrasados como si el fuego del infierno los hubiese alcanzado. Los demás no tuvieron mejor suerte porque recibieron una interminable e infalible salva de disparos que acabó hasta con el último de ellos.
Tras el combate se produjo un ominoso silencio. Después, se abrió una escotilla del vehículo. De ella emergió una figura que nada tenía que ver con los seres humanos. El venusiano se atusó una de sus tres antenas cerebrales, cerró cinco de sus treinta ojos y movió su viscosa lengua de un lado para otro, olfateando un posible peligro. Emitió un sonido muy agudo y sus compañeros, otros cuatro venusinos como él, salieron del vehículo y pusieron pie en tierra.
            Una vez más, como ya habían predicho sus líderes, los seres humanos habían sido presa fácil. La paciencia era una virtud, y ellos habían sabido esperar hasta que los terrestres se habían enfrentado entre sí en una brutal guerra mundial de la que habían quedado unos pocos supervivientes con escasos recursos para el combate.
Recordaban una frase que se había grabado en la sala del Consejo de la capital Sktir de Venus: “Después de la tercera guerra mundial, en la próxima se emplearán flechas y piedras”. Eso lo había dicho el ser más inteligente que diera el planeta Tierra en su historia, un tal Einstein. Ellos, los venusinos, lo único que habían hecho era esperar a que se confirmar ese vaticinio para iniciar sus planes de conquista.

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