A LA VENTA MI ÚLTIMA NOVELA, LA CASONA DEL INDIANO
EN BREVE SALDRÁ PUBLICADO MI SEGUNDO POEMARIO TITULADO ESOS DÍAS AZULES

miércoles, 25 de marzo de 2020

Historias para superar una crisis, 11


HEPATITIS TERMINAL

            Estaba casi desahuciado. La hepatitis acabaría con él antes de recibir un trasplante de riñón: la lista de espera era demasiado amplia, y había otros pacientes con más antigüedad que él en la misma. Se sentía presa de las parcas, y apenas tuvo consuelo cuando se encontró con un viejo amigo de la infancia.
            -Hola, Miguel – le saludó el hombre canoso y delgado como vara de mimbre.
            -Saludos, Pedro – contestó Miguel, aunque apenas le salía la voz de la garganta.
            -¿Qué te pasa, amigo? Te veo alicaído – lo miró a preocupado.
            Pensó que quizá sería bueno confesar a su amigo las últimas noticias sobre su enfermedad y el diagnóstico definitivo de los médicos. En el bar, apenas terminada su confesión, y después de un par de rondas de cervezas, Pedro le hizo otra pregunta:
            -¿Fumas?
            -No, Pedro. No, mi enfermedad nada tiene que ver con el tabaquismo. Más bien es genética. Los pulmones los tengo en perfecto estado…
            -Estupendo entonces – su amigo sonrió y se atusó el fino bigote.
            Al rato Miguel comenzó a sentirse mal y pidió a su amigo que le llevase hasta su domicilio. En el trayecto se desmayó. Despertó tumbado en la cama de su casa. Estaba solo. No sabía cuánto tiempo había transcurrido. Se incorporó de la cama. Estaba desnudo y le dolía el pecho. Cuando llegó al baño se contempló en el espejo y su sorpresa fue mayúscula: ¡una cicatriz cruzaba su pecho en vertical, y tenía otra en el costado, junto al hígado! No recordaba nada. Alarmado fue al hospital. Tras las pruebas que le hicieron confirmaron sus sospechas: tenía un hígado nuevo, sano y funcionando correctamente y también que… carecía de uno de los riñones.
            Miguel no presentó denuncia, ni contó lo que le había sucedido. Nunca más vio a Pedro, y siempre quedó con la duda de qué hubiera hecho entonces: si condenarle por quitarle un riñón, o bendecirle por darle un hígado nuevo. 

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