PESADILLAS DE SANGRE, NO APTO PARA CARDÍACOS
El libro Pesadillas de Sangre,
publicado por Dissident Tales, recoge catorce relatos de Daniel Gutiérrez, que
cabalgan a lomos de corceles malignos que nos arrebatan la tranquilidad y,
digámoslo también, revuelven nuestras tripas. No es un libro para leer mientras
se está cenando, pero sí para hacerlo a la luz de una mortecina lámpara, y
disfrutarlo como se merece.
Daniel
Gutiérrez da catorce golpes sobre la mesa. Catorce golpes de terror muy moderno
y actual, donde no faltan –como ha de ser- vísceras, sesos esparcidos, sangre,
heces, y también, por supuesto, un poquito de zombis, fantasmas o hadas que no
son tales. Sin ser puro “splatterpunk”, son buenos exponentes de la literatura
gore o, al menos, esa es la impresión que provocan la mayoría de ellos. No
todos, por supuesto, que Pesadillas de Sangre también usa, y con mucho acierto,
la ironía y el humor. No se pierda nadie el magnífico relato “Z-Pet”, que
demuestra hasta qué grado maneja Daniel Gutiérrez el género de terror, girando
la tuerca tanto que amenaza romperse, pero sin hacerlo. Mérito al alcance de
muy pocos.
Pesadillas
de sangre nos mete en un mundo contemporáneo, repleto de artefactos modernos que
no nos ayudan a nada, solo a demostrar lo indefensos que estamos ante lo
imprevisto. Las influencias del cine y la literatura de terror actuales son
evidentes. A nadie extrañe referencias musicales, artísticas o cinematográficas
que Daniel va intercalando en sus relatos. Hay un ambiente en algunas de sus
historias que recuerda a las películas del director George Romero (La noche de
los muertos vivientes), y un poco de “Hostal” (una famosa saga de películas de
terror) en otras.
Daniel
Gutiérrez es muy independiente cuando escribe, siguiendo la máxima que aparece
al inicio de la obra, de un filósofo duro y contundente como pocos, Nietzsche.
Lo es porque no se corta un pelo a la hora de contar historias, y tampoco se
corta a la hora de despedazar o matar a sus personajes, que no viven o mueren
sus aventuras en paisajes retorcidos, o en mansiones vetustas y cargadas de
pasados macabros, sino en cualquier apartamento o piso donde pueda vivir el
lector que tenga la suerte de leer Pesadillas de Sangre. Lo imprevisto puede
aparecer en cualquier momento, y la muerte, también, y de la forma más violenta
posible.
No
será una bala la que mate al lector, ni un lavabo, ni unas tijeras misteriosas
o un fantasma venido para vengarse. No, será la necesidad de leer y seguir
leyendo, de acabar una historia y necesitar comenzar la siguiente. Como una
droga, o como una pesadilla sangrienta de la que queremos salir y, sin embargo,
nos atrae irremisiblemente.
En
cuanto a las ilustraciones, magníficas. CalaveraDiablo, alias de Carlos
Gregorio Simón Godoy, se lo curra de verdad. Cada estampa es una historia en sí
misma, y acompaña con total fluidez al texto de Daniel Gutiérrez. Sin lugar a
dudas, ambos forman un buen equipo, del que hay que esperar futuras
colaboraciones en el futuro.
Ha
apostado fuerte la editorial Dissident Tales por tal tipo de obras, pero
apuesta sobre seguro, porque tanto Daniel Gutiérrez, con sus Pesadillas de
Sangre, como su compañero CalaveraDiablo, con sus endiabladas y bien compuestas
ilustraciones, ponen el terror en primera línea literaria. Con mayúsculas y
para disfrutar. Pero eso sí, ni se os ocurra hacerlo mientras degustáis alguna
carne bien hecha a la brasa. Hacedlo recostados en el sofá, y bajo la luz
solitaria de una lamparita. No os arrepentiréis. Muy recomendable, sin lugar a
dudas.
Francisco José Segovia Ramos
Marzo de 2015
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