HISTORIAS BAJO LA LUZ DE LOS CANDILES
El número 19 de la
colección Calabazas en el trastero recoge relatos que se desarrollan, eso, en
el siglo pasado, donde la tecnología todavía no había llegado para invadir
nuestras vidas.
En
esta antología publicada por Saco de Huesos volvemos a encontrarnos con buenas
historias pergeñadas por no menos buenos escritores y escritoras.
Javier
Quevedo Puchal realiza una sobria presentación, y ya avisa al lector de lo que
puede esperar del libro, con apuntes breves pero precisos sobre la literatura
de terror universal.
Algo
que perdí, de L.G. Morgan, es una oscura narración contada desde varios puntos
de vista, sobre una perversa historia de amor, muy al estilo del bostoniano
Poe. No le pidáis nada; exigidle lo que os debe, es un sorprendente y magistral
historia en la que su autor, Óscar Pérez Varela, juega con habilidad con la
historia de la revolución mexicana y la de un hombre, Ambroise Bierce, clásico
del terror, que se convierte en protagonista de la narración. Juan Ángel Laguna
Edroso, con El sueño de la momia, homenajea a clásicos del género como Gautier,
por ejemplo, en un relato con una gran carga romántica (en el sentido original
del término, acuñado en el siglo XIX), y un mucho de guiño al lector.
Los
muertos viajan deprisa, de Alejandro Mathé, toca el clásico tema de niños no
tan inocentes, sobre el que han escrito autores como Stephen King o Henry
James, pero con elementos nuevos bien trenzados. Josué Ramos, en La llama de
vida, recrea el mito del moderno Prometeo, muy influido por el Frankenstein de
Mary Shelley, pero remasterizado, si es posible utilizar este término en
literatura, y logra su objetivo con creces. La cena del aniversario, de Adrián
Artiles Santana, se desarrolla alrededor, otra vez, de una historia de amor,
una sesión espiritista y un final inesperado.
Vals,
de Marina Tena Tena, nos sumerge en un mundo casi onírico, en que la música, en
forma de vals melódico pero insistente como gota de agua que cae sobre la
cabeza, centra el hilo de una historia de amor. Enrique Cordobés, en Cuentos de
la tormenta, nos habla de los relatos de miedo a la luz del fuego de la
chimenea, y de cómo pueden llegar a convertirse en cruda realidad. Salomé
Guadalupe Ingelmo vuelve a dar muestras de su buen saber literario en Vendrá la
muerte y tendrá tu rostro, una bella historia que homenajea a la obra de Mary
Shelley y reivindica, sin florituras ni aspavientos, el papel de la mujer en la
literatura, tan olvidado y despreciado.
La
sombra del Kraepelin, de Miguel Huertas, es un relato asfixiante, tanto o más
que el entorno en el que se desarrolla, manicomios del pasado con locos que
bien podríamos encontrar en el presente. La cueva, de José Luis Cantos, es una
metáfora literaria, un juego con el lector, una búsqueda de nuevos caminos, en
un relato que cabalga entre la filosofía y el suspense. Las recogidas, de Gema
del Prado Marugán y Miguel Martín Cruz, bucea en los mundos mágicos de las
grandes ciudades, escondidos en las penumbras y las nieblas de la urbe moderna,
que nos puede atrapar a poco que nos descuidemos, en una muestra más de la
habilidad de ambos escritores para narrar con soltura una relato que atrape al
lector. Tempus Fugit, de Víctor Villanueva Garrido, es otro relato que tiene
como protagonista a un Ambroise Bierce más mundano, más escéptico del mundo,
más loco quizá.
Calabaza
en el trastero, Siglo de sombras, ha sido publicado por Saco de Huesos en el
año 2015.
Más información en:
Francisco José Segovia Ramos
Julio de 2017
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