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viernes, 21 de julio de 2017

Reseña: Calabazas en el trastero, Siglo de sombras, Editorial Saco de Huesos, 2015



HISTORIAS BAJO LA LUZ DE LOS CANDILES


            El número 19 de la colección Calabazas en el trastero recoge relatos que se desarrollan, eso, en el siglo pasado, donde la tecnología todavía no había llegado para invadir nuestras vidas.

            En esta antología publicada por Saco de Huesos volvemos a encontrarnos con buenas historias pergeñadas por no menos buenos escritores y escritoras.

            Javier Quevedo Puchal realiza una sobria presentación, y ya avisa al lector de lo que puede esperar del libro, con apuntes breves pero precisos sobre la literatura de terror universal.

            Algo que perdí, de L.G. Morgan, es una oscura narración contada desde varios puntos de vista, sobre una perversa historia de amor, muy al estilo del bostoniano Poe. No le pidáis nada; exigidle lo que os debe, es un sorprendente y magistral historia en la que su autor, Óscar Pérez Varela, juega con habilidad con la historia de la revolución mexicana y la de un hombre, Ambroise Bierce, clásico del terror, que se convierte en protagonista de la narración. Juan Ángel Laguna Edroso, con El sueño de la momia, homenajea a clásicos del género como Gautier, por ejemplo, en un relato con una gran carga romántica (en el sentido original del término, acuñado en el siglo XIX), y un mucho de guiño al lector.

            Los muertos viajan deprisa, de Alejandro Mathé, toca el clásico tema de niños no tan inocentes, sobre el que han escrito autores como Stephen King o Henry James, pero con elementos nuevos bien trenzados. Josué Ramos, en La llama de vida, recrea el mito del moderno Prometeo, muy influido por el Frankenstein de Mary Shelley, pero remasterizado, si es posible utilizar este término en literatura, y logra su objetivo con creces. La cena del aniversario, de Adrián Artiles Santana, se desarrolla alrededor, otra vez, de una historia de amor, una sesión espiritista y un final inesperado.

            Vals, de Marina Tena Tena, nos sumerge en un mundo casi onírico, en que la música, en forma de vals melódico pero insistente como gota de agua que cae sobre la cabeza, centra el hilo de una historia de amor. Enrique Cordobés, en Cuentos de la tormenta, nos habla de los relatos de miedo a la luz del fuego de la chimenea, y de cómo pueden llegar a convertirse en cruda realidad. Salomé Guadalupe Ingelmo vuelve a dar muestras de su buen saber literario en Vendrá la muerte y tendrá tu rostro, una bella historia que homenajea a la obra de Mary Shelley y reivindica, sin florituras ni aspavientos, el papel de la mujer en la literatura, tan olvidado y despreciado.

            La sombra del Kraepelin, de Miguel Huertas, es un relato asfixiante, tanto o más que el entorno en el que se desarrolla, manicomios del pasado con locos que bien podríamos encontrar en el presente. La cueva, de José Luis Cantos, es una metáfora literaria, un juego con el lector, una búsqueda de nuevos caminos, en un relato que cabalga entre la filosofía y el suspense. Las recogidas, de Gema del Prado Marugán y Miguel Martín Cruz, bucea en los mundos mágicos de las grandes ciudades, escondidos en las penumbras y las nieblas de la urbe moderna, que nos puede atrapar a poco que nos descuidemos, en una muestra más de la habilidad de ambos escritores para narrar con soltura una relato que atrape al lector. Tempus Fugit, de Víctor Villanueva Garrido, es otro relato que tiene como protagonista a un Ambroise Bierce más mundano, más escéptico del mundo, más loco quizá.

            Calabaza en el trastero, Siglo de sombras, ha sido publicado por Saco de Huesos en el año 2015.

Más información en:

Francisco José Segovia Ramos
Julio de 2017

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