Cuando era aún un
chaval, a Matías Morente le diagnosticaron una curiosa fobia: odiaba todo lo
relacionado con la muerte: desde los cementerios hasta las sucursales de las
funerarias.
Con los años su trastorno empeoró, al pesar de estar bajo
continuo tratamiento con multitud de psicólogos, e incluso tratado con
medicamentos que pretendían calmar sus angustias cada vez que veía un coche
fúnebre, o acontecía un fallecimiento en su entorno más cercano. Llegó a ser
considerado por la medicina un caso único por ser tan extremo, y fue estudiado
en miles de tratados y tesis doctorales.
Matías terminó acostumbrándose a su situación, e intentó
llevar una vida normal dentro de la anormalidad que suponía no querer –ni
poder- enfrentarse con la muerte.
Eso sucedió hace ahora mil quinientos años. Matías
Morente sigue vivo, aunque envejecido en un extremo inimaginable… Y no ha
fallecido porque es tanto su terror a la muerte que su cuerpo y su mente la
rechazan cada vez que se presenta. O eso, al menos, es lo que dicen los médicos
que lo asisten.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
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