NOVENTA Y NUEVE PALABRAS
Una, dos, tres… las palabras se acumulan, pero mi boca no
se atreve a pronunciarlas, mi garganta se reseca, y mi lengua pesa como losa de
sepulcro. Te miro, en silencio. Si fuera mudo no podría decir menos de lo que
te digo ahora ¡tan locuaz que era hace apenas unos días. Tú respondes a mi
mirada con ojos vacuos y el cuerpo tenso. Las lenguas imaginan frases que no se
expresan. En el silencio te alejas y pierdes de forma definitiva tras la última
esquina de la calle. Nos faltaron las palabras de disculpa.
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