El cine era su única compañía. Tomás era un hombre sesentón
e introvertido que apenas se relacionaba con nadie. Pero en el cine de aquel
barrio se transformaba: amaba y odiaba, como los personajes cinematográficos.
Pero lo que más le gustaba era ponerse en el lugar de esos héroes y besar a la actriz
protagonista. La Simmons era su preferida, porque su belleza le llenaba el alma
de paz y sosiego.
Llegó el día de su cumpleaños. Cenó pronto y se dispuso a
acostarse. Entonces llamaron a la puerta. Abrió. Su sorpresa fue mayúscula: fuera
estaban sus héroes del cine. También las actrices. Boquiabierto, los dejó pasar.
La última en hacerlo fue su adorada Jean Simmons. Llevaba una rosa en el pelo.
Se la quitó y la puso entre las manos de Tomás, mientras lo besaba suavemente.
El resto de la noche transcurrió entre saludos, brindis y
felicitaciones. Por fin, agotado pero feliz, Tomás se quedó dormido en el sofá.
A los pocos días, dado que no aparecía por su trabajo, la
policía fue a su casa: lo hallaron muerto. Tenía los ojos cerrados y sonreía.
Entre sus frías manos descubrieron una rosa, que aún permanecía fresca.
Francisco J. Segovia©Todos los derechos
No hay comentarios:
Publicar un comentario