ALMA
DESNUDA
Estoy despierto y
asomado
al amanecer desde
este dormitorio
en el que la
pasión brotó y se apagó
entre montes movientes
de tela.
En las penumbras
contemplo
tu cuerpo desnudo
y exhausto,
apenas cubierto
por las sabanas gastadas
de tanta batalla
incruenta,
y me maravilla
tanta hermosura.
La silueta del
sueño se perfila
entre tu lacio
cabello negro que cae
sobre tu espalda y
tus curvas secretas,
y entreabre
lugares donde perderme
en exploraciones
infinitas y
desbordadas.
¿Cómo fue?
El viento sopla
fuera, con levedad
de besos
primerizos,
de encuentros
furtivos y errores de novicio.
Mi cuerpo desnudo
de adornos,
ausente de
pasiones carnales hasta esta noche
descubierta entre
tus pliegues,
se ha desperezado
con sabores ácidos,
ardor creciente y calma
dulce.
Tú, experta ya en
estas lides,
besaste mis labios
temblorosos,
y me dijiste “no
te preocupes”,
mientras desnudabas
cuerpos y almas,
entre el temor de
lo desconocido que me poseía
y el deseo feroz
que me inundaba.
Mi torso
delineaste con tus manos,
y las mías seguían
indecisas, pero aprendiendo
a esbozar los
trazos del amor,
y luego los
vientres se besaron,
con lenguas ávidas
de recorrer caminos
deseados con
regueros de savia.
Las manos
descorrían secretos,
los labios
susurraban misterios y gemidos,
los cuerpos se
pegaban, chocaban,
se apartaban y
volvían a buscarse,
en la lid ardiente
y entre sombras.
Nuestras bocas,
la tuya, suave y
paciente,
la mía, inquieta y
temblando,
se unían y luego,
furtivas,
recorrían otra vez
los cuerpos,
encontraban
rincones secretos,
los besaban, con
besos inconfesables,
y luego volvían a
unirse
para contarse lo
que habían descubierto.
Sobre el lecho del
sacrificio más dulce,
me recostaste.
“Despacio”,
dijiste con ojos brillantes,
y tus manos
hicieron el resto,
hasta que, en un
golpe decisivo,
pusiste tu cuerpo
blanco y delgado
sobre mi desnudez
virgen y erguida.
En el grito
apagado nos unimos,
y en el vaivén del
movimiento dual
nos fundimos una y
otra vez,
con el arrojo del
que se sabe condenado
a luchar contra lo
inevitable.
Estoy despierto, y
te contemplo.
Abres los ojos, y
desperezas de nuevo
mis sentidos
recién nacidos.
Me acerco hasta
ti, te beso, agradecido,
y me fundo,
impenitente pecador,
en tu cuerpo
cálido, infinito misterio,
entre tus senos de
rosa y tu pubis limpio
como una estatua
antigua e hipnótica,
y quisiera morirme
entre tus besos,
y quisiera la
condena eterna
de tu cuerpo
sensual e infinito.
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